La paz, camino de conversión ecológica
Ante las consecuencias de
nuestra hostilidad hacia los demás, la falta de respeto por la casa común y la
explotación abusiva de los recursos naturales —vistos como herramientas útiles
únicamente para el beneficio inmediato, sin respeto por las comunidades locales,
por el bien común y por la naturaleza—, necesitamos una conversión ecológica.
El reciente Sínodo sobre la
Amazonia nos lleva a renovar la llamada a una relación pacífica entre las
comunidades y la tierra, entre el presente y la memoria, entre las experiencias
y las esperanzas.
Este camino de reconciliación es
también escucha y contemplación del mundo que Dios nos dio para convertirlo en
nuestra casa común. De hecho, los recursos naturales, las numerosas formas de
vida y la tierra misma se nos confían para ser “cultivadas y preservadas”
(cf. Gn 2,15) también para las generaciones futuras, con la
participación responsable y activa de cada uno. Además, necesitamos un cambio
en las convicciones y en la mirada, que nos abra más al encuentro con el otro y
a la acogida del don de la creación, que refleja la belleza y la sabiduría de
su Hacedor.
De aquí surgen, en particular,
motivaciones profundas y una nueva forma de vivir en la casa común, de
encontrarse unos con otros desde la propia diversidad, de celebrar y respetar
la vida recibida y compartida, de preocuparse por las condiciones y modelos de
sociedad que favorecen el florecimiento y la permanencia de la vida en el
futuro, de incrementar el bien común de toda la familia humana.
Por lo tanto, la conversión ecológica
a la que apelamos nos lleva a tener una nueva mirada sobre la vida,
considerando la generosidad del Creador que nos dio la tierra y que nos
recuerda la alegre sobriedad de compartir. Esta conversión debe entenderse de
manera integral, como una transformación de las relaciones que tenemos con
nuestros hermanos y hermanas, con los otros seres vivos, con la creación en su
variedad tan rica, con el Creador que es el origen de toda vida. Para el
cristiano, esta pide «dejar brotar todas las consecuencias de su encuentro con
Jesucristo en las relaciones con el mundo que los rodea»[9].
Fuente: Extracto de la Jornada por la Paz - Francisco