Diálogo entre generaciones para construir la paz
En un mundo todavía atenazado por las garras de la
pandemia, que
ha causado demasiados problemas, «algunos tratan de huir de la realidad
refugiándose en mundos privados, y otros la enfrentan con violencia
destructiva, pero entre la indiferencia egoísta y la protesta violenta, siempre
hay una opción posible: el diálogo. El diálogo entre las generaciones» [5].
Todo diálogo sincero, aunque no esté exento de una dialéctica
justa y positiva, requiere siempre una confianza básica entre los
interlocutores. Debemos recuperar esta confianza mutua. La actual crisis
sanitaria ha aumentado en todos la sensación de soledad y el repliegue sobre
uno mismo. La soledad de los mayores va acompañada en los jóvenes de un
sentimiento de impotencia y de la falta de una idea común de futuro. Esta
crisis es ciertamente dolorosa. Pero también puede hacer emerger lo mejor de
las personas. De hecho, durante la pandemia hemos visto generosos ejemplos de
compasión, colaboración y solidaridad en todo el mundo.
Dialogar significa escucharse, confrontarse, ponerse de acuerdo y
caminar juntos. Fomentar todo esto entre las generaciones significa labrar la
dura y estéril tierra del conflicto y la exclusión para cultivar allí las
semillas de una paz duradera y compartida.
A los gobernantes y a cuantos tienen responsabilidades políticas y sociales, a los pastores y a los animadores de las comunidades eclesiales, como también a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, hago un llamamiento para que sigamos avanzando juntos con valentía y creatividad por estos tres caminos: el diálogo entre las generaciones, la educación y el trabajo. Que sean cada vez más numerosos quienes, sin hacer ruido, con humildad y perseverancia, se conviertan cada día en artesanos de paz. Y que siempre los preceda y acompañe la bendición del Dios de la paz.
Extracto del mensaje de Francisco